lunes, 14 de noviembre de 2011

La ciudad que vive al ritmo del fútbol



Por Hans Graf B

San Cristóbal es definitivamente diferente. El fútbol se vive en una dimensión distinta. Hay que estar aquí parea dar crédito a lo que a muchos tildan de mito, sacado del cuento de hadas de los que se ponen día a dia frente a un micrófono o una pantalla de TV o que plasmas sus relatos en el papel. Nada más lejos de la verdad. San Cristóbal vive el futbol en un dimensión que todavía es desconocida para muchos otros.

Lo de San Cristóbal por el fútbol no es invento ni mentira. Tiene sus bemoles, sus altas y sus bajas, pero la ciudad vibra entera con cada juego. Hay desamores y alejamientos como en los matrimonios, las elecciones o cualquier relación hecha de seso y razón, de corazón y sentimientos. ¿Es arbitraria?, no lo creo. Incluso los argentinos los han demostrado con su selección en fechas recientes, al darle la espalda a su albiceleste tras su amargo trago de Vinotinto ¿Por qué no habría de hacerlo una plaza que se precia de ser futbolera?. Una vez lo hizo, pero hoy está con los brazos abiertos en espera de sus 11 guerreros. Eso hace que todo sea distinto.

Para esta jornada se ha entendido el mensaje, la oportunidad y pese a las reservas del técnico César Farias (justificadas o no) la gradería, la calle, la gente en San Cristóbal está dispuesta a darlo todo por la selección. No hay condiciones. Van a ir a la grada a cantar, a brincar, a darle aliento a la Vinotinto. Al menos eso es lo que se respira en cada esquina de la ciudad, en cada punto del dial, en cada onda, en cada letra, en cada página impresa o digital.

La Vinotinto no pertenece a nadie, no tiene casa única, es un pretensión alocada, casi egoísta, pero sin duda en suelo tachirense hay un ambiente especial que hace que tus sentidos claudiquen, que el corazón palpite a un ritmo distintos y lo ojos tiemblen al oír el himno nacional. El asunto es lograr que este delirio juege a favor y eso depende de varios factores que ahorita no voy a analizar. En todo caso la mesa está servida y no queda más que decir o esperar el pitazo inicial que dará paso a 90 minutos que definirán los términos del reencuentro de una afición con una selección nacional.


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